Introducción

Se conoce como REFORMA UNIVERSITARIA DE ARGENTINA, o REFORMA UNIVERSITARIA DE 1918, al movimiento iniciado en la Universidad Nacional de Córdoba ese mismo año, liderado por Deodoro Roca junto a otros líderes estudiantiles. Este movimento después se extendió a las demás Universidades del país y de América Latina. Entre sus principios se encontraban, la autonomía universitaria, el cogobierno, la extención universitaria, la periodicidad de las cátedras, y los concursos de oposición y antecedentes.

martes, 21 de septiembre de 2010

"Conmemorar es darle raíces al futuro"

* por Guillermo Estévez Boero, Fundamentación del “Proyecto de Cátedra Libre “Reforma Universitaria” presentado por Guillermo Estévez Boero en la Cámara de Diputados de la Nación, en el año 1998 al cumplirse 80º años de la Reforma”.

La Reforma Universitaria de 1918, de la que en estos días se cumplen 80 años, ha sido el movimiento de la juventud más auténtico y profundo en Latinoamérica del siglo que concluye. Con su difusión, su arraigo institucional y el concierto de ideas que desplegó, fue sin dudas el único que sentó en nuestro país nueras bases de pensamiento. Hoy, aquella gesta sigue siendo la más legítima y estimulante tradición de los estudiantes argentinos y latinoamericanos.
El Movimiento Reformista no sólo fue una expresión, en principio universitaria, de los cambios profundos que vivía nuestra sociedad, sino que sintetizó una corriente sociopolítica y cultural renovada, de alcance continental.
El nuevo país que promovía la Reforma resultaba ser la antítesis de lo que hasta ese momento representaba y reproducía su dogmatismo. Fue la reacción de la juventud, imbuida por las ideas de la los nuevos tiempos, la que inició las reivindicaciones universitarias que culminaron en reclamos de transformación social y cultural.
A partir de 1918, se produciría una honda transformadora de la Universidad en su funcionamiento orgánico, su contenido y sus fines. Los cambios en su estructura orgánica, harían de ella una comunidad libre ya armoniosa de profesores, alumnos y egresados. Los contenidos de enseñanza abandonarían los dogmas y pasarían a tener como objeto de estudio la realidad a fin de encontrar soluciones y promover cambios que mejoren las condiciones de vida de la mayoría de la población. En cuanto a sus fines la Universidad abandonaría los claustros para ponerse al servicio del pueblo como institución fundamental de la cultura política.
A partir de la Reforma, la autonomía conseguida le deparó el derecho a darse su gobierno y a regular su funcionamiento. Esta base se convirtió en una exigencia fundamental de la Universidad para su propia existencia en plenitud. Dicha autonomía no podía sino interpretarse como sinónimo de libertad y apertura a todos los pensamientos y las tendencias, a todos los hombres que tuvieran autoridad moral e intelectual para enseñar en sus aulas.
Los principios de autonomía y cogobierno posibilitaron los otros principios de libertad de cátedra, asistencia libre, docencia libres, periodicidad de la cátedra, concursos para la provisión de cargos, publicidad de los actos universitarios gratuidad de la enseñanza, seminarios y demás formas de una intervención activa del estudiante en la enseñanza, para dejar de ser simple y pasivo receptor de la lección repetida.
Al reclamar la participación estudiantil en el gobierno universitario, el movimiento reformista quiso hacer del estudiante el centro del acto educativo e integrarlo en el funcionamiento y gobierno de la Universidad. Que un estudiante participara en un co-gobierno de igual a igual con los profesores tradicionales, no tenía antecedentes en el mundo contemporáneo. Demoró exactamente 50 años esta conquista en volver a Europa con el Mayo Francés de 1968.
Sin embargo, no obstante nacer en la Universidad, el movimiento reformista entró de inmediato en contacto con el pueblo. Las sucesivas luchas universitarias de esos años encontraron a los estudiantes ya a las federaciones obreras unidos en un debate y una perspectiva comunes.
Tras la irrupción de Córdoba, se extendió por todo el país y resultó ser la síntesis de un momento cultural que se propagó al continente entero. Lo que inicialmente se reveló como una protesta estudiantil limitada a demandas universitarias, se transformó en un movimiento de aliento nacional y social que agitaba en sus protestas e inscribía en sus programas anhelos que eran comunes a otros sectores sociales, como una conciencia que se venía gestando en el país y en América Latina.
Algunos de esos reclamos eran la lucha de defensa de las instituciones y en contra de las dictaduras militares, que las habían vejado en el continente; la defensa de la identidad del patrimonio y de la independencia nacional, la denuncia del imperialismo agresor en la región y el llamamiento a la unidad latinoamericana.
La Universidad como usina de ideas
La tradición reformista nos ha enseñado que el objetivo de la universidad debe ser procurar una síntesis de un proceso formativo y no de una suma meramente informativa. La Universidad es el laboratorio que emplea toda la experiencia de la Nación y la articula con la experiencia de la humanidad para conformar nuevas generaciones, capaces de resolver y pensar, no sólo los problemas presentes, sino los problemas futuros. Su objetivo no es suministrar engranajes al modelo, sino generar una tormenta de ideas.
Porque la universidad solamente puede tener un accionar constructivo en la medida en que forme ciudadanos con capacidad para estudiar la ciencia, la técnica y la producción, pero también, insertarse en la sociedad, con una brújula moral y formativa que permita transitar a su albedrío responsable el tiempo y el espacio que le toca vivir.
Porque una universidad no se evalúa por sus rendimientos económicos, sino por las ideas que proyecta. La grandeza de la universidad radica en los principios que de ella emanan, por la revolución en el campo de los sistemas filosóficos y científicos que ella produzca, por la calidad moral, la capacidad científica y técnica de sus egresados.
Nunca aceptamos, en materia educativa, que la cantidad y la calidad sean dos conceptos contradictorios. No es necesario tener pocos universitarios para tener una buena universidad sino que es necesario garantizar el acceso masivo para tener más universitarios que contribuyan al desarrollo cultural, científico y técnico del país.
Muchos años han pasado de la gesta reformista. Ella ha trascendido el tiempo reivindicando permanentemente desde el campo popular la educación pública y gratuita, el ingreso irrestricto, la unidad obrero-estudiantil los derechos humanos, la justicia y el progreso social atravesando dictaduras y embates reciclados de al reacción, es un testimonio y ejemplo vivo del pensamiento latinoamericano.
Al cumplirse este 80 aniversario de la Reforma Universitaria, creemos importante que, desde la Cámara de Diputados de la Nación, se conmemore uno de los hitos más relevantes de nuestra cultura nacional.
Todavía sufrimos el vaciamiento de lo mejor de nuestras tradiciones que nos legó la triste sucesión de las fracturas institucionales que padecimos desde 1930, con los sucesivos golpes de estados.
Porque creemos que retomar y proyectar el legado conceptual que nos dejó la Reforma nos impone generar una universidad que se proyecte hacia las décadas futuras, que motorice con su accionar constructivo la genuina avanzada de respuestas posibles a la problemática social contemporánea, y se eleve nuevamente como un faro intelectual de nuestra nación.
Porque conmemorar es darle raíces al futuro.

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